La exposición Identidad y Vestigio de la artista Marina Núñez (Palencia, 1966), presenta hasta el 16 de diciembre en el Palacio de La Madraza una selección de fotografías, vídeos, una instalación y un site specific art remasterizado de su prolífica obra actual. Con esta individual, el Centro de Cultura Contemporánea de la Universidad de Granada inaugura la nueva temporada de su programa del último trimestre de este año, y presenta por primera vez en el curso actual, la obra de una mujer artista española contemporánea querida y reconocida en el ámbito internacional.
Identidad y Vestigio anuncia tres de las temáticas que Marina Núñez ha tratado desde otras perspectivas a lo largo de su carrera artística: identidad, cuerpo y muerte. La identidad nos define, nos diferencia del otro consustancialmente. Marina Núñez, habla de una identidad alterada visiblemente en monstruos, tres fotografías de caras deformadas y mutables que proyectan una imagen distorsionada de la persona y ofrecen una rara visión de la belleza. Sin máscaras, Marina Núñez recrea estos retratos de unas criaturas deformes que se transmutan en imágenes de tres dimensiones con la técnica de diseño por ordenador tan minuciosamente elaborada por la artista en sus obras del siglo XXI.
La obra visual digital de Marina Núñez se nutre de la esencia de la pintura, ahora recreada fluidamente con sus pinceles electrónicos. Así lo confirma El Volcán, una imagen digital de tres por siete metros impresa en lona fina, remasterizada y adaptada al espacio expositivo cubre la pared frontal de la sala central. Inspirada en fotografías aéreas y por satélite de la ciudad de Pompeya, El Volcán representa una carta geográfica de la devastación de la ciudad fundida en la lava, y una alegoría de la muerte y la regeneración de la vida. En la imagen, tres mujeres se nos muestran etéreas, como recuerdos de lo que fueron, sobre los restos de la erupción del volcán. Una de ellas es definida por un paisaje calcinado, otra yace envuelta en llamas en medio de una ciudad en ruinas, y la tercera, sumergida en el mar, resurge en forma de microorganismos evocando un posible renacimiento tras la catástrofe.
Aunque no hay intención de destacar la temática de género, estas imágenes vienen a verificar la presencia constante de la mujer en la obra de la artista. Así, en la entrada, el vídeo la carne fluye, muestra la imagen de un rostro femenino que se desintegra y se funde en el fondo de un líquido. El movimiento de la pieza en fusión con los elementos relaciona la imagen metafórica de un Narciso mujer. También, en la serie fotográfica Caras líquidas, cuatro rostros de mujeres bellas, y con nombre propio sufren una trasmutación en la piel por el efecto de un fluido viscoso invasivo. La vídeo-creación y las fotografías de esta serie configuran la esencia de una acción fílmica en cuatro secuencias performativas donde la provocación, la fascinación y el sentido de la estética protagonizan el suceso. Es la identidad artificial, símbolo de un prototipo alterado, la que nos recuerda sus monstruas de otra época.
Concha Hermano